El transporte es la principal causa de la contaminación atmosférica en toda Europa. Se ha demostrado cómo la contaminación del tráfico rodado agrava los síntomas y la letalidad de la COVID-19 aumentando así el impacto de la pandemia.
Mientras el mundo se tambalea por el impacto inédito de la COVID-19, el panorama del sector del transporte y el futuro de la movilidad resultan aún inciertos. La industria del automóvil, las aerolíneas y los cruceros se enfrentan a fuertes pérdidas, y muchas ya han recibido rescates y fondos públicos desde los Gobiernos europeos para mantener sus sectores a flote.
Sin embargo, la crisis climática sigue siendo la mayor amenaza existencial a la que nos enfrentamos, siendo el transporte uno de los sectores que más contribuye al aumento de las emisiones y la temperatura del planeta.
Mientras la mayoría de emisores de gases de efecto invernadero (GEI) se han reducido en mayor o menor medida, las emisiones del transporte han acelerado su crecimiento un 28% en la UE, frente a los niveles de 1990.
La aviación internacional, el tráfico marítimo y el transporte por carretera han sido las fuentes que más rápido han crecido en Europa. Como resultado, hasta un 27% de todas las emisiones europeas de GEI en 2017 procedían del transporte.
El transporte es también la principal causa de la contaminación atmosférica en toda Europa. Se ha demostrado cómo la contaminación del tráfico rodado agrava los síntomas y la letalidad de la COVID-19 aumentando así el impacto de la pandemia1, al mismo tiempo que provoca un conjunto de enfermedades incluyendo problemas respiratorios crónicos (como EPOC o asma), cáncer, infartos y fallos cardiovasculares2.No es menos preocupante la previsión del próximo informe del IPCC para 2021, que ya pronostica que el calentamiento en la superficie de la Tierra alcanzará los 5ºC, rebasando las peores predicciones que hasta ahora consideraban un incremento de 3ºC en el peor de los escenarios3.
Sencillamente no podemos esperar más para afrontar un cambio de verdad. Para que nuestro transporte esté alineado con los objetivos que hagan frente a la emergencia climática y preserven la salud humana, Europa necesita revolucionar la forma en la que se desplazan viajeros y mercancías. Y lo necesitamos cuanto antes.
Este nuevo informe elaborado por Climact y NewClimate Institute explora la descarbonización del transporte europeo en 2040 sin depender de biocombustibles ni energías contaminantes. Mediante este trabajo se pretende dotar a los responsables políticos de una hoja de ruta que permita lograr una transición acorde con la magnitud y urgencia que exige la comunidad científica, contribuyendo de forma justa a limitar el calentamiento global por debajo de 1,5ºC.
El informe analiza todos los modos de transporte: tanto en superficie (coches, camiones, trenes, autobuses, bicicleta y peatones), como el aéreo y el marítimo-fluvial. Se consideran tanto pasajeros como mercancías sobre asunciones realizadas en ámbitos urbanos e interurbanos. El informe detalla las fases intermedias necesarias, los retos y las ventajas asociadas a cada una de ellas, así como las políticas que deben implantarse en cada ámbito.
Si la pandemia de la COVID-19 nos ha parado en nuestra movilidad, los europeos tenemos una oportunidad única para repensar cómo podemos construir sistemas de movilidad resilientes, sostenibles y equitativos para todas las personas. Los ferrocarriles europeos, robustos en muchos aspectos, chocan en las fronteras con barreras de infraestructuras, servicios y horarios.
Debemos corregir una fiscalidad que penaliza al ferrocarril gravando con impuestos la energía eléctrica mientras que las aerolíneas, su competencia directa, no pagan impuestos por los hidrocarburos que consumen.
Los gobiernos locales deben ampliar los espacios peatonales y ciclistas de forma inmediata, permitiendo así que se desarrollen soluciones de micromovilidad como bicis eléctricas, patinetes y otros vehículos de movilidad personal; así como priorizar la mejora y extensión de las redes de transporte público, siempre con energía renovable.
Y si las ciudades deben comprometerse a limitar el tráfico rodado (ya sea mediante zonas de bajas emisiones, peajes urbanos o áreas peatonales), las políticas estatales también deben desplegar una densa red de recarga para vehículos eléctricos, como parte de las medidas necesarias para descarbonizar el transporte europeo tan pronto como sea posible.
TRANSFORMA EL TRANSPORTE
Estos cambios radicales requieren medidas valientes y efectivas. Para responder a la emergencia climática necesitamos la concienciación y capacidad de respuesta por parte de quienes gobiernan. Hoy en día es fácil ver las grietas de un sistema que no beneficia a la sociedad en su conjunto; el mismo sistema que insiste en invertir en combustibles fósiles, contaminación y desigualdad a costa de la salud humana y la protección del clima. Y esto ya no es admisible.
Si algo está claro, es que la innovación incremental y las (tímidas) mejoras en la eficiencia son insuficientes para desencadenar un cambio sistémico con la magnitud requerida.
El sector del transporte necesita una disrupción a gran escala, una transformación fundamental que debe arrancar hoy para poder implementarse en la presente década de 2020.
El consejo de ministros aprueba dotación de 2.083 millones de euros para la construcción de 384 vehículos de guerra a la vez que dota con migajas los programas de soporte al que titula «despliegue masivo de renovables».
La CNMC somete a información pública la Circular y se modifica la Circular 2/2017 para la regulación de los procedimientos de constitución, gestión y reparto del fondo de pagos compensatorios.