Desenterrar el hacha de guerra en las renovables
Inseguridad jurídica, daño doloso y continuado... agravio comparativo entre inversores nacionales desposeidos y extranjeros compensados gracias a la justicia internacional: retroactivando los ánimos.
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★★★★☆ 4,67 / 5
La injusticia que arrastra a 65.000 familias desde hace 13 años y lastra la marca de país, ahora que ya hay unas nuevas Cortes constituídas agota la paciencia de las víctimas que se disponen para exigir la reparación del daño y la determinación de los culpables en los "errores regulatorios" depurando responsabilidades.
El grave hecho de que un Estado, bajo los diferentes y sucesivos partidos de gobierno cambien sus propias normas aprobadas a dos años escasos de haberlas aprobado ¡ y con carácter retroactivo ! es un hecho baremado en la zona roja de riesgos regulatorios y de inversión.
El daño reputacional que desde entonces arrastra la marca España es simple de explicar:
- un país ofrece condiciones ventajosas para atraer inversión,
- una vez los inversores han comprometido sus medios, este país les cambia las condiciones para sus planes con efectos que se extienden desde anteayer hasta 25 o más años vista.
Culpables por acción u omisión, por animar o desanimar... por contribuir, tanto a que se produjera el expolio, como a que permanezca sin resolver.
El lawfare del oligopolio y sus deudores políticos que tan efectivamente usaron el hacha en las renovables de casa, queda en evidencia en el plano internacional, sea por su torpeza a la hora de calcular, sea por su maldad a la hora de legislar o por ambos defectos a la vez, bien cercenando con afilada premeditación, bien a golpe de hoja mellada.
Pero la tozuda realidad se desvela: España vuelve a incumplir, esta vez impagando los laudos dictados por árbitros de la Corte Internacional -estamento del que forma parte voluntariamente el país desde 1.994-, recurriendo, entorpeciendo con abogad@s del Estado... a la vez que incrementando costes por demora y comprometiendo bienes del patrimonio nacional sobre los cuales los acreedores ya vienen solicitando traba ante los juzgados internacionales: Londres, Columbia, Australia...
Más pronto que tarde el país va a acabar pagando las milmillonarias cantidades que corresponden a los inversores extranjeros. Lo va a hacer evitando publicidad, con sigilo para silenciar el escarnio hacia los inversores paisanos; pero la bola creada del incumplimiento inicial sigue engordando a base de morosidad y los ecos de la afrenta resuenan en todo el planeta como tambores que desde Madrid parecen lejanos.
En El País ya se habla de hacha, guerra y renovables