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Las energías actuales, la crisis energética.

27-10-11. Antonia Lecue
jueves, 27 octubre 2011.
Antonia Lecue
Las energías actuales, la crisis energética.
La Tierra está en peligro. Nosotros también. Y la culpa la tenemos en gran parte nosotros mismos. Utilizamos la energía con demasiado descuido, demasiado derroche y demasiada poca imaginación.

Los expertos mundiales de más renombre en la actualidad están de acuerdo en decir que el quemar combustible fósil transtorna lenta pero irremediablemente nuestro clima, emitiendo grandes cantidades de dióxido de carbono que retienen el calor del sol que llega a la Tierra, el llamado “efecto invernadero”. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en una cuarta parte desde el año 1850. Un grupo de expertos ha afirmado ante las Naciones Unidas que la temperatura media terrestre probablemente ya está subiendo. En los últimos diez años han tenido lugar siete de los ocho años más calurosos jamás registrados.
Incluso un aumento de uno o dos grados en la temperatura media mundial puede ser catastrófico. A medida que los océanos se calientan, se expanden. Esto provocará, junto con el agua proveniente de los hielos derretidos, la elevación del nivel del mar, llegando a inundar costas e islas, y puede que hasta pueblos y ciudades. La sequía puede reducir las cosechas. Los desiertos pueden extenderse. Algunos animales y plantas tal vez no logren sobrevivir a los cambios de clima locales. El tiempo se puede volver incluso más impredecible, y aumentar los vientos fuertes, las tormentas y los huracanes. Lo pero es que un aumento incluso pequeño en la temperatura puede derretir el permagel del Artico, que son los suelos permanentemente helados, liberando más gases invernadero y acelerando el proceso del calentamiento global del planeta.
La forma en que utilizamos los combustibles destroza el paisaje, ocasiona vertidos de petróleo, produce polución en nuestras aguas; causa lluvia ácida y contaminación urbana, lo que acaba con los bosques, asfixia las ciudades y acorta la vida humana.
En la actualidad se gasta casi cuatro veces más energía en el mundo que hace 40 años. Los pronósticos oficiales asumen que duplicaremos, y hasta triplicaremos , la cantidad de carbón, petróleo y gas a usar en los próximos 40 años.
El coste de duplicar y triplicar el abastecimiento de energía fósil y nuclear será aterrador. Pensemos en una nueva central eléctrica de carbón que empieza a funcionar cada dos días; un nuevo y gigantesco campo de petróleo que se empieza explotar cada uno o dos meses, una o dos nuevas centrales nucleares que entran en operación cada dos meses, y todo ello por espacio de 40 años. Pensemos también en las consecuencias ambientales, tanto a nivel local como global. El precio que pagamos por los combustibles fósiles, tanto a nivel local como global. El precio que pagamos por los combustibles fósiles y la energía nuclear no incluye el coste de sus perjudiciales efectos secundarios. Somos nosotros los que pagamos dicho coste, y lo paga también el planeta en el que vivimos.
Algunos insisten en que debemos esperar a que haya pruebas más contundentes del calentamiento global del planeta. Desafortunadamente, para entonces ya sería demasiado tarde. Las consecuencias son demasiado enormes para seguir corriendo el riesgo. Postergar el problema no sólo significa perder un tiempo valioso, sino también oportunidades valiosas. Además, ya sabemos lo que hay que hacer.
Lo esencial es lograr un cambio de percepción, cambio que está siendo propugnado por algunos expertos en energía desde hace ya por lo menos 20 años. Nadie desea realmente utilizar carbón, petróleo, gas natural o electricidad. Lo que queremos es viviendas confortables, luz y calor, alimentos cocinados y la capacidad par ejercer fuerza, alzar pesos y desplazarnos con facilidad. No es energía en sí lo que necesitamos, lo que queremos son los servicios, que ésta nos suministra. Mejorando nuestras viviendas, el sistema de alumbrado los instrumentos que usamos, nuestros vehículos y los procesos industriales podemos obtener mejores servicios utilizando menos combustible y menos energía, a costos más bajos y ejerciendo menos daño sobre el medio ambiente.
Podemos además obtener los combustibles y la energía que necesitamos no mediante los combustibles fósiles y la energía nuclear, sino a través de las fuentes de energía natural que se encuentran a nuestro alrededor. La seguridad energética no significa un suministro permanente de carbón, petróleo, gas y electricidad; los que significa es un suministro fiable de servicios energéticos. Ya sabemos que podemos reducir el empleo de combustibles fósiles y energía nuclear, y hacer el cambio a energía limpia, renovable. Ya sabemos bastante sobre las tecnologías que permiten emplear este tipo de energía renovable y cómo utilizarla con alta eficiencia.
Sin embargo, muchas grandes empresas, e incluso países enteros, obtienen sus ganancias vendiendo combustibles tradicionales y electricidad, y éstos hábitos son difíciles de cambiar. El problema del cambio no es ni técnico ni económico fundamentalmente, sino político; esto complica bastante la transición a la energía renovable.
En los próximos 20 años, sabremos si vamos a lograr superar nuestra dependencia de los comestibles fósiles y de la energía nuclear. Pero el tiempo se nos está agotando.

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