Ayer se lanzó con un mensaje populista digno del comandante Chaves insinuando que los desalmados fondos capitalistas que habían invertido en instalaciones de energías renovables tenían la intención de esquilmar las arcas de todos los españoles obligando al Gobierno a pagar rentabilidades superiores al 20 % y él, por supuesto, no lo iba a permitir dándole la razón la Abogacía del Estado.
Solo hace falta echar un vistazo a la prensa para comprobar como el ministro Soria ha conseguido emular a su idolatrado comandante. Ya estamos a un nivel similar al de Venezuela en lo que se refiere a las demandas internacionales contra el Estado español como consecuencia de los cambios regulatorios sufridos en nuestro país en la inversión en energías renovables.
“Aquí huele a azufre†debe pensar cada vez que pasa delante de una instalación termosolar o fotovoltaica que el maligno ha conseguido colocar en nuestro país, confundiendo las energías limpias con las tradicionales que tanto apoya reconociendo su deuda y que son las que realmente huelen a azufre y a podrido, contaminando el ambiente y el medioambiente.
Con este panorama no es de extrañar que seamos campeones del paro. Quieren someter a los españoles acomplejándonos a base de impuestos, justificando una reforma laboral y el alto paro por los exagerados sueldos que cobran los millones de mileuristas y a los que nadie está dispuesto a contratar por las abusivas condiciones que nuestro mercado laboral impone a los inversores. ¿No se da cuenta este señor que lo que más daño hace a nuestro país y a nuestro empleo son declaraciones como estas que siembran tal inseguridad jurídica que hace prácticamente imposible que nadie esté dispuesto a invertir en nuestro país generando trabajo?.
Últimamente se ve al señor Soria por los despachos de la Moncloa como un ratón de laboratorio afanoso en buscar la salida del laberinto en el que se ha convertido el sector eléctrico y el déficit tarifario. Si toma el camino de los Presupuestos Generales del Estado allí está el muro cerrado a cal y canto por el señor Montoro no permitiendo que se mueva un ápice el déficit público. Si coge el camino de las eléctricas allí se encuentra con una barrera de compañeros exministros y expresidentes consejeros que no dejan pasar ni un billete de canto. Si toma el recoveco de los bancos se encontrará con el señor de Guindos y el BdE diciéndole que ahora que ya hemos conseguido parar la hemorragia del sistema financiero, el vendaje que se ha colocado no lo traspasa ni una jeringuilla. Ahora sólo le quedan los más débiles, las renovables que se han revuelto como un gato encerrado en una caja sin salida y que se ha tirado directamente a sus ojos y los consumidores que son los que realmente han pagado por la electricidad menos de lo que se debía por los errores regulatorios y la incapacidad de los políticos en gestionar un sistema eléctrico abocado al fracaso.
Sería conveniente que nuestro lucido monarca cuanto antes suelte las muletas y le espete a este señor un “por qué no te callas†digno de su antecesor ideológico y que pague a los inversores antes de que consiga convertir a nuestro país en el hazmerreír del mundo, obligándonos todos los tribunales y cortes de arbitraje internacionales a acatar las sentencias y a cumplir lo que legítimamente el Estado español se comprometió a pagar a los miles de inversores en energías renovables. Otra cosa será las responsabilidades políticas, civiles y penales que esperamos lleven a los tribunales a los responsables que han regulado y gestionado el sistema eléctrico causando este multibillonario problema que finalmente pagaremos, de una u otra forma, todos los españoles.
Tramitar las instalaciones de autoconsumo fotovoltaico vía comunicación previa elimina el problema de las esperas de hasta ocho meses que se han producido hasta ahora y que afectan al medioambiente y la generación de empleo.
Cinco grandes organizaciones ecologistas defienden que lo que hace falta son trabajos estables duraderos y sostenibles en la zona y no contraponer desarrollo y empleo a la conservación de la naturaleza.
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