Inversiones Socialmente Responsables, oportunidades y oportunismos.

Bonos sostenibles, Bonos sociales, bonos verdes...Uno, dos, tres... Avance?... suerte para ganar la partida sobre el Clima.

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En 2007 fue emitido el primer bono verde, denominado “Climate Awareness Bond”, por parte de un grupo de inversores suecos que desearon incorporar proyectos ambientales en sus carteras.

A la vista de la positiva valoración del experimento, en 2008 el Banco Mundial desarrolló un producto financiero específico, de cuyo éxito son evidencia los más de 13.000 millones de dólares emitidos desde entonces, en 20 diferentes divisas, destinados a proyectos sobre el cambio climático.

El espaldarazo inversor propició la modelización respecto de la gestión de esta tipología de productos, definiéndose los Principios de Bonos Verdes -GBP (Green Bond Principles)-, perfilando y potenciando las ISR (Inversiones Socialmente Responsables).

Fue durante 2014 cuando se lanzaron gran parte los índices para referenciar la creciente oferta, el primero de ellos Solactive Green Bonds, luego lanzó el propio Standard & Poor's... También en China lo hicieron The China Central Depository & Clearing Co., Ltd. (CCDC), CECEP Consulting y CBI.

El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, 195 países alcanzaron un acuerdo histórico para combatir el cambio climático y el 8 de marzo de 2018 la UE prendió su antorcha, presentando su Plan de Acción de Finanzas Sostenibles con tres objetivos fundamentales:

Con ello, los Bonos verdes alcanzaron su estandarización, considerando el Banco Mundial como tales los bonos que se emiten “para respaldar proyectos ambientales o relacionados con el cambio climático”, y equiparándose estos, desde el punto de vista inversor, al de valores de renta fija.

Actualmente, existen variedades sobre estos títulos:

Y aunque el precio de bonos verdes y convencionales es muy similar, y que su rentabilidad es ligeramente inferior a éstos, parece llevarse lo verde.

Así, la evolución y especialización del producto parece madurar rápidamente tras un espectacular florecimiento. El otrora disruptivo rasgo filantrópico de sostenibilidad deviene tendencia de moda como perfil diferencial, donde no falta el netiquetado estándar con pedigree para destello cegador.

Sin embargo, en términos cuantitativos no termina de despegar, pese a los grandilocuentes titulares adaptando el márketing para la ecología a la sociedad de consumo o la ecología al márketing de la sociedad de consumo.

Y es que a lo largo de todo el año 2019 fueron globalmente emitidos 260.000 millones de dólares de bonos verdes, representando aproximadamente el 3,6% del total de emisión en bonos.

Mientras, en el presente pandémico ejercicio, hasta junio sólo han sido emitidos 80.000 millones, pues como efecto colateral a la pandemia, los bonos sociales han tomado el relevo del protagonismo para canalizar el buenismo inversor, repuntando un 70% y llegando a canalizar una cifra similar a la de bonos verdes (Climate Bonds Initiative ).

A pesar de los parabienes institucionales y variopinto elenco de marchamos, las inversiones antisociales o corporativamente irresponsables ganan por goleada.

Veamos cuales puedan ser los motivos de la irrelevancia cuantitativa de las inversiones éticas, basándonos en adagios de la sabiduría popular:

Los mismos perros con distintos collares.
Los propios actores principales que alardean de emisores comprometidos para captar fondos Ying, coinciden con aquellos que juegan en el equipo del Yang:
   - Energéticas que inconcebiblemente prolongan la vida útil de sus centrales nucleares más allá del periodo para el que fueron concebidas y que fantasean con el fracking, presentándose a la vez como adalides del cambio energético.
   - Entidades rescatadas a costa del endeudamiento perpetuo y recortes para lo público, ideando nuevos productos financieros: bonos verdes convertibles, preferentes senior.

Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Analistas y gobiernos lanzan predicamentos y recomendaciones para subirse al tren de la sostenibilidad testimonial.

Desde el Estado los incentivos fiscales para inversores en esta tipología de productos brillan por su ausencia, así como las emisiones de bonos verdes del Estado, que nunca acaban de llegar.

Dar gato por liebre.
Y es que a pesar del esfuerzo evangelizador de los organismos nacionales e internacionales, no es de extrañar el agnosticismo del público cautivado/cautivo, adoctrinado por sistema al conformismo del "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", de la "prudencia conservadora" que se impone y la sospecha de que el estofado maullaba.

No cabe duda de que muchas de las empresas que se han subido al tren de la sostenibilidad lo han hecho obligadas para redención de su reputación, tratando de mejorar su imagen forjada al calor de los grados de aumento en la temperatura del planeta.

Pero estas empresas del FTSE4Good  IBEX, el nuevo índice de "l@s Buen@s" realmente ¿Reconocen su responsabilidad directa en el daño, sienten arrepentimiento y emiten bonos verdes como acto de contrición sincero ?

¿Generosidad y/o egoismo?