Al igual que la Unión Europea, la Comunidad de Madrid apuesta por un desarrollo sostenible en el que el crecimiento económico sea respetuoso con el medio ambiente. Pero... ¿esto es real o no?
Desde hace años, el tema de la energía está permanentemente de actualidad, bien sea por las variaciones en los precios de los diferentes recursos energéticos, bien por los impactos ambientales de las distintas fuentes, bien por problemas de abastecimiento, bien por cuestiones fiscales o bien por dificultades de cumplimiento de los objetivos marcados por las diferentes disposiciones normativas.
Además de ser un tema recurrente en los medios de comunicación, la energía está presente en cualquiera de las actividades que realizamos de manera cotidiana.
Valgan como muestra de la magnitud que tiene cualquier tipo de energía los siguientes ejemplos: la producción mundial de gas natural se aproxima a 3.200.000 Mm, que equivalen a 1.870.000 millones de botellas de butano; dado que cada botella tiene un diámetro de unos 30 cm, todas las botellas colocadas verticalmente una tras otra permitirían rodear la Tierra por su ecuador unas 16,5 veces.
O en el caso de la electricidad, que si se planteara producir toda la electricidad que se consume a nivel mundial se necesitarían 2,2, millones de aerogeneradores de unos 3 MW de potencia instalada y funcionando una media de 2.500 h anuales.
A la realidad energética de cada país o región, expresada por su balance energético con una combinación de fuentes de energía que en ocasiones pueden llegar a diferir bastante, se le añaden los objetivos dictados por la Comisión Europea, que cada vez son más exigentes. De lo que no cabe duda es de que todas las fuentes de energía primaria están y estarán presentes y que proponer un modelo basado solamente en algunas es poco menos que ilusorio.
Para efectuar un análisis de la situación o para evaluar la evolución de una región o de un país, cobra especial relevancia un indicador como es la intensidad energética, que es la relación existente entre el consumo de energía y un parámetro de actividad económica como es el Producto Interior Bruto, es decir con una unidad de medida de “tep/M €” referido a un año.
En el contexto de la Unión Europea es de sobra conocido que se está trabajando con intensidad, tanto desde las administraciones como desde la iniciativa privada, para conseguir crear un marco propicio para el fomento de la diversificación energética y, en particular, por el impulso de las tecnologías eficientes, como la cogeneración, en el balance energético comunitario.
Es de sobra conocido que Europa tiene una gran dependencia para su abastecimiento energético del exterior, problema que se acentúa en nuestro país y, más aún, en la Comunidad de Madrid, en la que más del 97 % de la energía primaria proviene del exterior.
De este modo, hay que remarcar que el concepto de la sostenibilidad que rige la política europea tiene en cuenta también como parámetro a considerar la racionalidad económica de las actuaciones que se acometan.
En este sentido, la sostenibilidad medio ambiental debe estar basada en soluciones cuya relación coste–beneficio sea asumible por los hogares y empresas que son finalmente quienes soportan el impacto económico de la política energética.
La Comunidad de Madrid comparte plenamente el interés de la Unión Europea por fomentar la cogeneración, como no podría ser de otra manera, en una región con una fuerte dependencia energética del exterior.
Es significativo que de toda la energía eléctrica generada en la Comunidad de Madrid en el año 2014, cerca del 40 % lo aportó la cogeneración, lo que ratifica quen no se trata de una alternativa de futuro sino de una tecnología del presente que podría tener un gran futuro.
Sin embargo, los datos también señalan que el crecimiento de la cogeneración en la región se encuentra estancado desde el año 2010, tanto en número de instalaciones como en potencia instalada.
Curiosamente este estancamiento se solapa con la publicación, hace ya casi cuatro años, de la Directiva relativa a la Eficiencia Energética.
En la directiva se señalaba que la cogeneración tiene un importante potencial de ahorro de energía primaria que está poco explotado y se instaba a que los Estados Miembros establecieran un en torno estable para que los inversores contemplaran la cogeneración como una opción.
Sin embargo, el marco regulatorio de nuestro país no se adaptado para salvar las trabas que encuentra la extensión del empleo de técnicas de cogeneración en la generación de energía eléctrica y en el aprovechamiento del calor útil residual. El Real Decreto 56/2016, que debería haber acometido esa tarea, se limitó a repetir las generalidades que recogía la Directiva relativa a la Eficiencia Energética, sin dar concreción a las medidas que tendrían que fomentar su utilización, pese a los tres años de que se dispuso para hacer un análisis específico del sector en España para definir una política coherente y sostenible a medio plazo.
Tal y como remarcó en una reciente visita a Madrid el Director General de la Energía de la Comisión Europea, D. Niels Ladefoged, “ reducir la transposición de la directiva de eficiencia a una meratraducción del texto disminuye su eficacia tanto por no adaptar los requisitos a las singularidades de cada estado miembro como por no abordar el necesario análisis de racionalidad económica de las cedidas en base a las condiciones de contorno locales.”
Por tanto, esa transposición estimamos que no tendrá el efecto incentivador de la cogeneración esperado, en tanto que no se adapte la estructura retributiva para no comprometer la viabilidad de la cogeneración, con un marco jurídico estable para los promotores.
Así, se ha llegado a una situación paradójica pues, por un lado, en cumplimiento de la Directiva relativa a la Eficiencia Energética se ha analizado el potencial de aprovechamiento de la demanda de calor útil a nivel nacional con el objeto de promover nuevas instalaciones de cogeneración y, por otro lado, la situación regulatoria actual adolece de un marco económico que no sólo hace inviable la instalación y explotación de nuevas soluciones basadas en la cogeneración sino que incluso compromete la viabilidad de las existentes. Se llega, de este modo, a que el potencial técnico no será económicamente rentable en el marco retributivo actual.
Se considera por muchos expertos que es sumamente urgente que, a corto plazo, se revisen las reglas técnico-económicas que deberán seguir en el futuro próximo las instalaciones de cogeneración para que se asegure una rentabilidad razonable que, además de mejorar la eficiencia energética en la generación eléctrica del país, pueda ser empleada por el sector industrial o por el sector servicios para mejorar su competitividad.
Con las reglas actuales no sólo es poco probable que se acometan nuevas inversiones, sino que posiblemente se seguirá reduciendo la potencia instalada por la falta de incentivo a la inversión. Más aún, la inadecuada adaptación a los costes de operación es posible que provoque incluso la reducción de la energía generada por las instalaciones que no hayan sido desmanteladas.
Esta situación es especialmente delicada en el sector industrial, que como es sabido es sumamente vulnerable al incremento de la competencia derivado de la globalización. No es necesario recordar que la reciente crisis económica ha tenido mayor impacto negativo en la economía y empleo de los países en que, como España, la industria representa un menor porcentaje en su PIB.
Por último, cabe indicar que en una región como Madrid, en la que los edificios del sector servicios consumen casi un 15 % de la energía final, la regulación técnico económica del régimen de autoconsumo ha provocado que tampoco se alcance una rentabilidad razonable en la mayoría de soluciones basadas en equipos de mini o microcogeneración.
Alemania instala anualmente unos 4.000 equipos de microcogeneración y Japón lo hace a un ritmo de unos50.000 equipos al año. No siendo países que se caractericen por improductivos o ineficientes, algo no debemos estar haciendo muy bien.
Las Directivas relativas a la eficiencia energética, a la eficiencia energética de los edificios, y la relativa al fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables, han señalado a la demanda de calor como uno de los pilares sobre los que dirigir las acciones encaminadas a la reducción de la demanda energética.
Las tres, además, señalan directamente a la cogeneración en general, y a la microcogeneración en particular, para el sector de la edificación, como un instrumento ya disponible a día de hoy para potenciar la eficiencia en el consumo de energía.
Complementariamente, no se debe pasar por alto que la cogeneración es una importante herramienta al servicio del segundo gran objetivo de la política energética de la Unión Europea, la seguridad del suministro energético.
La generación distribuida es la evolución lógica del modelo de producción energético para permitir la participación de todo el muestrario de nuevas energías, renovables y de alta eficiencia,
que se están implantando.
El cambio hacia la producción descentralizada de energía entraña numerosas ventajas, tales como la utilización de fuentes locales de energía, una mayor seguridad del suministro local de energía, trayectos de transporte más cortos y menores pérdidas en la transmisión de la energía. Dicha descentralización fomenta también el desarrollo y la cohesión de la comunidad, al facilitar fuentes de ingresos y crear empleo de alta cualificación a escala local.
Además, requerirá una importante labor de investigación, desarrollo e innovación en nuevas tecnologías y la explotación de las posibilidades de mejorar de la competitividad que ofrece la implantación de la sociedad de la información en las redes de suministro energético.
En este camino hacia la generación distribuida las plantas de cogeneración y microcogeneración desempeñarán un importante papel, puesto que ofrecen la fiabilidad y disponibilidad de que, en ocasiones, carecen las fuentes de energía renovables, con lo que proporcionan el respaldo necesario a aquéllas reduciendo en parte las ineficiencias de los métodos convencionales de generación de energía.
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