Comunidades energéticas: las redes descentralizadas inteligentes como estrategia de protección bélica

Tal como ha afirmado el canciller alemán Scholz  en comparecencia este domingo ante el Bundestag, es tiempo de potenciar las renovables para dejar de ser rehenes de fuentes energéticas externas.

La debilidad de un país, de un colectivo, de una persona, es la dependencia.

El mismo esquema centralizado -al uso en nuestras sociedades "avanzadas"- que sirve para mantener cautivos a los consumidores, se revela como trampa donde queda atrapado el propio sistema.

De la misma forma que internet surgió como alternativa a un sistema centrípeto de fácil sabotaje, las redes energéticas descentralizadas minimizan el peso de cada nodo. Nada que inventar, se llama "smart grid", con generación y autoconsumo de proximidad.

Hoy, con una Guerra en ciernes, donde la energía es arma de presión pasiva, se revela la importancia real de la independencia energética, no sólo a nivel de país, sino de toda la red interior que lo constituye; de forma que el nokeo de un centro no comprometa la distribución y uso de energía de todo el sistema.

Palabras gruesas escuchadas -y repetidas-, como el anatémico término "nuclear", además de miedo, también han despertado oportunismos en descerebradas cabezas con únicamente ánimo de lucro.

Florece la feliz ocurrencia de "renuclearización", para evitar el aislamiento energético del enemigo rellenando el territorio de centrales nucleares.

Reactores atómicos: iniciativa compinchada con adversario.

Las centrales nucleares constituyen objetivos militares de primera índole. Además de requerir gran esfuerzo defensivo, al perjuicio de su falta de funcionamiento al ser neutralizados añaden el extraordinario daño que puede infligir su destrucción (de eso tratan las guerras), liberando su letal radiactividad hacia amplios territorios donde se desarrolla la vida en sus múltiples manifestaciones.

Mantener centrales de cualquier tipo facilita el efecto "carambola":

• embalses hídricos cuya rotura puede anegar extensas áreas,
• otras macroinstalaciones, incluso renovables, que de resultar destruidas afectan con paralización de gran número de consumidores, empresas y personas.
• Centrales de gas, negro, verde o transparente cuya avería puede liberar nubes tóxicas...

Pero en el caso de las nucleares supone el más contraproducente de los absurdos, aunando pecado y penitencia.

Es tiempo de obrar con inteligencia, primando la seguridad común sobre los intereses materiales cortoplacistas de oligoactores. Del enemigo, bien cómplices, o tontos útiles en el mejor de los casos.

Es momento de desenfocar los objetivos y diversificar opciones para evitar el colapso.

Ahora toca desmantelar centrales de todo tipo, enterrar las nucleares y defender el futuro común con energía distribuida.

La escasez energética ya no solo es el estigma de las clases bajas en la población; la pobreza energética es ya letal pandemia de país. Las comunidades energéticas, vacunas monodosis.