El incalculable coste de frenar la transición energética.

La recuperación de la economía apoyada en un incremento del consumo y de la dependencia de los combustibles fósiles es un riesgo para el futuro del país.

Los informes de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de 2014 y 2015 insisten en que para 2040 la demanda eléctrica mundial crecerá un 70% y que más del 60% de la inversión en nueva potencia se destinará a las renovables, que para 2030 superarán al carbón como primera fuente de energía.

Es la mejor descripción de la transición energética que está en marcha en el mundo y que no se debe solamente a razones ambientales sino también económicas. Desde el año 2009 los costes de la energía eólica se han reducido en un 61% y los de la fotovoltaica en un 82% y aún existe un amplio margen de reducción para los próximos cinco años. Las baterías de almacenamiento van a reducir sus costes un 50% para 2020 y aseguran así la expansión de las renovables en el sector residencial.

La oferta de energías renovables se va a duplicar para 2030 en las primeras economías del mundo, China, Unión Europea, Indonesia y en EEUU, India, Brasil, Méjico y Japón incluso se cuadruplicará. Los bancos de inversión y las agencias de rating aconsejan desprenderse de los activos vinculados a los combustibles fósiles e invertir en energías renovables.

En el cuarto trimestre de 2015 se ha batido el record mundial de producción de paneles fotovoltaicos al alcanzar los 18 GW y se van a instalar 272 GW de nueva potencia en los próximos cuatro años. El gran crecimiento de la fotovoltaica lo lideran China y EEUU, que junto con Japón copan el 65% del mercado mundial. Las grandes empresas, como Walmart, Apple, Intel, ATT, etc. van a aumentar un 60% el número de instalaciones FV en EEUU a través de la integración de la fotovoltaica en sus centros de trabajo. La fotovoltaica no deja de ganar competitividad frente al gas y el carbón y su crecimiento no deja de mejorar la tecnología. La eficiencia de los paneles solares ha alcanzado el 22,4%.

El éxito de la Cumbre de París no es el acuerdo de la COP 21, porque al no existir compromisos nacionales es un fracaso disfrazado. El éxito, frente al avance del cambio climático, va a venir de la imparable inversión en energías renovables, por ser sus costes inferiores al de los combustibles fósiles y la energía nuclear. La inversión renovable garantiza la reducción de costes energéticos a empresas y hogares a través de la generación distribuida y el autoconsumo.

En este escenario España se ha situado en el polo opuesto. En el ranking del Consejo Mundial de la Energía (WEC), la posición de España en cuanto a seguridad energética no deja de bajar puestos debido a que somos uno de los mayores importadores de petróleo, gas y carbón del mundo, con una dependencia energética de los combustibles fósiles del 84%, a la que destinamos el 4% del PIB.

Hasta noviembre de 2015, en plena caída de precios del petróleo, España ha aumentado un 10% sus importaciones de crudo, 59,1 millones de toneladas, la mayor cifra desde 1.996. Por el contrario, se ha paralizado la inversión renovable. En 2015 solamente se instaló 1 MW de nueva potencia eólica y la potencia FV se redujo en 5 MW. La reforma energética ha ahuyentado la inversión renovable y ha incentivado la inversión en gas, petróleo y fracking y el mayor consumo de hidrocarburos. Bruselas ha advertido a España porque su política de renovables va a impedir alcanzar el 20% de consumo final en 2020 y el objetivo de reducción de emisiones de CO2.

La Universidad de Stanford ha creado un modelo de transición energética en 139 países para 2050. La proyección para España hacia un mix energético 100% cubierto por energías renovables en todos los usos (electricidad, transporte, frio y calor), realizada por el Programa de Atmósfera y Energía de dicha Universidad, convierte a la energía solar en la primera fuente de energía. La distribución de un mix 100% renovable en 2050 sería 40% fotovoltaica, un 11% termosolar, un 35% eólica y un 12% hidroeléctrica. Se crearían 300.000 nuevos empleos y se eliminarían los costes asociados a la contaminación atmosférica.

La transición energética es viable por razones tecnológicas y por razones económicas

Según el Informe sobre perspectivas tecnológicas de la AIE de 2014, por cada dólar que se invierta en esta transición se ahorrarán tres dólares por el menor consumo de combustibles fósiles. Es el mismo dato que confirma el Foro de Energía Sostenible para todos (SE4ALL) de la ONU.

Desde que en 2007 Nicholas Stern, en su informe sobre la verdad del cambio climático, cuantificara el coste de los impactos de la mayor temperatura del planeta entre un 5% y un 10% del PIB mundial, se han sucedido nuevos estudios que nos han aproximado aún más a esa realidad. El Centro Común de Investigación (JRC) de la UE ha afirmado que el calentamiento costará a Europa en 2050 el 1,8% del PIB, que equivale a 190.000 millones de euros. Pero mientras en el norte de Europa la pérdida no superará el 0,2% del PIB, en el sur europeo llegará al 3% de pérdida de riqueza.

El Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria, en su estudio de 2014 sobre el Cambio Climático en la costa española, ha cuantificado el efecto de la subida del nivel del mar en nuestro litoral en 2050 en un coste equivalente al 0,3% y el 3% del PIB, según provincias o zonas más próximas a los deltas del Ebro, Guadalquivir y Guadiana. Si al coste de los impactos por el cambio climático se suma el coste de las importaciones de combustibles fósiles, parece claro que frenar la transición energética en España tendrá un coste del 7% del PIB, inasumible para la sociedad.

Cualquier política energética debe tener la mitigación y adaptación al cambio climático como principal objetivo, tanto por razones ambientales como por razones de costes y competitividad de la economía. Se trata de gobernar la transición energética con una visión de largo plazo que sustituya la dependencia de los combustibles fósiles por la única energía autóctona de que disponemos: las renovables y la eficiencia energética.