¿Cómo acometer un programa de cierre de carbón y nuclear?
¿Sabías que la opinión pública desea el cierre nuclear y del carbón?. Los políticos españoles desoyen estas encuestas porque esas energías generan impuestos y riquezas para unos pocos de sus amigos.
Las encuestas más recientes muestran que un 62 % de la población apoya el cierre del carbón y un 72 % del cierre de la nuclear. Es decir, la opinión pública lo dice bien claro, pero es que las empresas del sector también lo están diciendo: Señores, en estas circunstancias no es rentable mantener la operación de estas centrales.
El planteamiento de Greenpeace era: Bien, no hay necesidad de que continúen funcionando más allá de 2025, porque las centrales nucleares, si no hacemos nada, se quedan sin licencia de operación en 2024 -la última se queda sin licencia de operación ese año- y darles nuevas licencias supone, como ya están diciendo sus operadores, que hay que cambiarles las condiciones económicas, porque en las actuales no son rentables, y por tanto querrán -y lo están pidiendo- mejores condiciones económicas. ¿Quiénes pretenden que las paguen? Los consumidores.
Algo parecido pasa con el carbón. Lo están diciendo las operadoras. Hay unos límites obligatorios de emisiones que se aplican a todas las centrales y que entran en vigor en 2020. La mitad de las centrales de carbón ya han dicho: No queremos continuar porque no nos trae cuenta hacer las inversiones. La otra mitad de centrales de carbón dicen: De momento invertiremos, pero no me pida usted que más allá de 2030, como muchísimo, siga funcionando, porque sé que van a venir, porque están en el programa europeo, nuevos límites de emisión obligatorios y entonces ya jamás recuperaríamos tal inversión. También dicen otra cosa: si usted me lo paga... Ustedes son los que deciden sobre los ciudadanos, pero son los ciudadanos, los consumidores los que tenemos que pagar eso. Es inadmisible. Lo ha dicho muy claro el comisario Arias Cañete: No se puede subvencionar el cumplimiento obligatorio de la norma. Por tanto, descartemos esa posibilidad por mucho que la repitan hasta la saciedad los dueños de las centrales. Ese es el planteamiento de por qué no debemos llegar a ampliar la vida más allá de 2025. No obstante, necesitábamos la validación técnica, porque podría ocurrir que una circunstancia política o ambiental fuese incompatible con la viabilidad técnica, y eso fue lo que nos llevó a encargar el estudio. Técnicamente, es posible prescindir de las nucleares y del carbón a la vez en 2025 y el estudio además acomete el año 2030, que es otro de los horizontes que está en el debate.
¿Cómo se hizo el estudio? Se parte de la generación de escenarios. Se generan tres escenarios de demanda eléctrica: una demanda muy moderada, que es quedarse prácticamente en el nivel que estamos, con un 0,2 de aumento; otra con un aumento del 1 % y otra con un aumento del 2 %. Más o menos todos los escenarios que se están manejando están en esta horquilla de demanda eléctrica. Greenpeace maneja tres, lo cual cubre un amplio espectro de posibilidades.
En cuanto a la generación de energía eléctrica con tecnologías convencionales, también se manejan tres escenarios posibles: el primero, mantener las centrales que no han dicho que van a cerrar, de carbón y nucleares; el segundo, cerrar el carbón pero mantener, no sé muy bien cómo, las nucleares; y un tercero, en el cual prescindiríamos de ambas, ni carbón ni nuclear, que es la tesis que Greenpeace proponía.
En cuanto a la generación renovable, se proponen otros tres escenarios que no son especialmente ambiciosos. Uno, el llamado bajo, consiste en cumplir estrictamente lo que es obligatorio y está ahora mismo en vigor, que es que un 27 % de la energía tiene que ser renovable en 2030. Eso es súper conservador, porque ahora mismo la propuesta que ha salido del Parlamento Europeo y de la propia Comisión supone elevar los objetivos y, por tanto, está en discusión. Es un escenario que no es nada realista, pero está computado. Otro, el llamado renovable medio, supone simplemente adelantar ese cumplimiento y en vez de en 2030 llegar a él en 2025. Por último, el llamado alto, que tampoco es una cosa exagerada ni mucho menos, es el que hemos defendido en el ámbito europeo, que supone que en 2030 un 45 % de la energía final proceda de fuentes renovables. Trasladado a demanda eléctrica, supondría un 65 % de generación eléctrica con renovables.
En resumen, tenemos tres escenarios de demanda, tres de generación convencional y tres de renovables. Cuando se cruzan, tres por tres por tres, son 27 escenarios, 27 escenarios para 2025 y otros tantos para 2030. Es mucha información de la cual extraemos conclusiones.
El planteamiento es que hay que garantizar la seguridad de suministro, es decir, no podemos correr el riesgo de quedarnos sin luz, por decirlo vulgarmente, por conseguir unos objetivos. ¿Cómo garantizamos la seguridad de suministro? Para ello, en el IIT se ha utilizado un modelo de despacho económico de la generación muy detallado -solamente disponen de esta capacidad de análisis en esta institución y en Red Eléctrica- para poder validar hora a hora el funcionamiento del sistema con las distintas tecnologías. ¿Cómo se hace esto? Se sitúan -y esto es lo que hacen los técnicos, nosotros aquí no intervenimos- en el peor caso; el peor caso posible es el año más seco y el año de menos viento de la serie histórica. ¿Por qué? Porque como se trata de ver si haría falta complementar el sistema con algo y hay que hacer inversiones, pues hay que hacerlas para el peor caso posible. Por eso se analiza ese peor extremo como input para los datos. ¿Cómo se hace esto? Primero se calcula cómo funcionaría el sistema en 2025 en todos esos escenarios -en los que quitamos las nucleares y carbón, en los que no se lo quitamos, etcétera- y luego se calcula dónde aparecería, en qué momento, esa energía no suministrada, es decir, dónde habría potencialmente déficit. Visto esto, se hace un análisis de sensibilidad basado en la flexibilidad; la clave para que funcione el sistema, sobre todo según van entrando más energías renovables, es que sea muy flexible, mucho más de lo que es en la actualidad. Entonces se computan distintas soluciones de flexibilidad: la gestión de la demanda, los vehículos eléctricos que hagan carga y descarga inteligente, las interconexiones internacionales, la energía hidráulica -con un nuevo modo de operación, incrementando el bombeo- y la termosolar. Lo que se ve es que todas mejoran los resultados, pero que las únicas que permiten hacerlos viables completamente son la gestión de la demanda por sí sola y los vehículos eléctricos con carga inteligente. Se calcula cada uno de ellos, no se calcula uno más uno más uno más, es decir, la suma de todos. Aunque no es sumable, el resultado sería mayor si se utilizasen todas estas soluciones, pero como no había capacidad de calcular eso, se calcula de forma individual cada uno. Una vez calculado el resultado, con los instrumentos de flexibilidad se ve que efectivamente se hacen viables las soluciones y podríamos estar prescindiendo de carbón y nuclear. No obstante, como hay que exigir un margen del 10 % en el caso peor posible y como son soluciones en las que todavía no hay mucha experiencia, se decidió hacer una segunda parte de estudio. Se dice: Vale. ¿Y si introducimos inversión adicional en generación de apoyo o de respaldo? ¿Cómo cambian los resultados? Entonces se ve cómo en esos casos, con más facilidad, se hace viable el sistema, pero lo interesante aquí es que se cuantifica qué tenemos en cada caso.
Greenpeace nos muestra cuatro casos de comparativas de resultados:
En el primero estamos comparando los casos más extremos, es decir, un escenario en el que tenemos la demanda más contenida. Tenemos menor demanda y mayor penetración de renovables en 2025 y hemos prescindido de carbón y nuclear.
En él segundo mantenemos el carbón y la nuclear, la demanda nos ha subido un 2 % y las renovables las hemos introducido en el menor grado de los previstos. Y lo que nos encontramos es que, siendo esos casos tan diferentes, el coste resultante, es decir, el coste total anualizado, prácticamente es el mismo. La diferencia es de algo más de 100 frente a 10 000 que viene a costar. Prácticamente cuesta lo mismo. Con lo cual, aquí ya extraemos una primera conclusión: opciones muy distantes me están dando resultados tan parecidos que son casi clavados. La diferencia es el 1,8 %, irrelevante en costes.
¿Qué conclusiones extraemos del estudio? La principal es que técnicamente es viable sustituir la potencia nuclear y de carbón en 2025, ambas a la vez, y que, además, existen muchas opciones, que son las que muestra el estudio, con distintos resultados económicos y de emisiones pero con pequeñas diferencias entre ellas, pequeñas diferencias que no permiten apoyarse en ellas para tomar una decisión política. La decisión política que hay que tomar sobre qué hacer con las nucleares y con el carbón hay que tomarla conociendo los datos económicos y los datos de emisiones, que son los que les ponemos sobre la mesa con este estudio. Una vez conocidos, tenemos que tomar la decisión, efectivamente, pero esta no viene condicionada por esos resultados, porque las diferencias son pequeñas. También concluimos que la seguridad de suministro está totalmente garantizada en todos los casos, luego tampoco depende de la decisión que tomemos. Es falso decir que las tenemos que mantener por seguridad de suministro. No es cierto; podemos hacer que el sistema tenga la misma seguridad de suministro, tanto si dejamos como si no dejamos el carbón y la nuclear.