Es un falso dilema la creencia de que hay que elegir entre atender lo urgente y posponer lo importante. Aún con escasez de recursos, el despliegue necesita ser paralelo: atacar la emergencia e incidir en lo estructural.
Cada vez que escucho llamadas a la tranquilidad lo siento como un fracaso personal por no ser capaz de transmitir una visión diferente de las cosas. Ciertamente que el hipotético recorte y su cuantía son aspectos muy importantes y vigentes del problema pero tengo la impresión de que cuando alguien cifra sólo en esto el problema es que ignora la mayor parte del mismo.
Tranquilos, esperad y ya veremos. ¡Que no cunda el pánico! Si bien pueden interpretarse como expresiones transmisoras de aplomo, creo mas bien que se trata de expresiones que reflejan una nula conciencia de una realidad perturbadora que, bajo mi punto de vista, se define por las siguientes circunstancias:
- La inseguridad de las personas en su vida diaria y trato con el Estado se considera un inevitable mal menor y, por lo tanto, se acepta sin ser cuestionada.
- El Estado, de mayor garante de la seguridad, se ha convertido en la mayor amenaza para la misma.
- El interés público ha sido suplantado por el interés político.
- El saqueo del sector eléctrico al que pertenecemos también se acepta como algo inevitable o lejano a nuestras responsabilidades.
Estas son las cuestiones realmente importantes de las que se deriva la siguiente consecuencia:
- Existe una amenaza real de un recorte retroactivo de tarifas.
Esta última es la cuestión urgente, en la que todo el mundo se centra cifrando en ella el éxito o fracaso de la resolución de la crisis. Pero ni siquiera es necesario que la amenaza se materialice para que las demás circunstancias expuestas sean una realidad evidente.
Es un falso dilema la creencia de que hay que elegir entre atender lo urgente y posponer lo importante. Aún con escasez de recursos, el despliegue necesita ser paralelo: atacar la emergencia e incidir en lo estructural. En un contexto de inseguridad y saqueo del vecindario el buen negocio se convierte en mal negocio, y los "buenos negocios" resultan siempre peligrosos y sus productos siempre caros. Esto es lo verdaderamente importante y no la cuestión de si me robaran mañana y qué será lo que se lleven.
Un factor que facilita el encubrimiento de los elementos perjudiciales de la inseguridad y el saqueo es la indiferencia social. Es común ver que, mientras a un sujeto no le afecte la inseguridad de manera directa, el tema no le importe; ésta es una de las características más recurrentes de las comunidades con un grado escaso de cohesión social. Los españoles somos en eso unos fenómenos. ¡Así nos va!
Por el contrario, en países de alta cohesión social, los niveles de seguridad responden a la apropiación del tema de seguridad por el ciudadano común. Los problemas de "su" calle, de "su" barrio, de "su" ciudad, de “su” sector de actividad, son "sus" problemas y, por tanto, parte de "su" responsabilidad. Los ciudadanos "propietarios" de su destino no asumen como únicas o necesariamente válidas las soluciones de la autoridad y, menos aún, cuando es esa misma autoridad la perturbadora.
Resulta crucial comprender que los entornos de inseguridad generan círculos viciosos retroalimentados por la permisividad. Cambiaron el RD 436 introduciendo inseguridad y no hubo un clamor, robaron una actualización de tarifas en el 2007 y no hubo un clamor. Hablan de un “ajuste razonable” y fiamos nuestro destino a conocer cual es su cuantía o que no seamos nosotros los atropellados. Por este procedimiento no solo cada día tendremos que hacer frente a más dosis de inseguridad sino que esta será usada además como herramienta política.
Todo lo damos por bueno por tal de no ver quebrada nuestra tranquilidad y no asumir la responsabilidad que nos corresponde: no aceptar ningún grado de inseguridad ni de saqueo. No callar siquiera ante un simple rumor en tal sentido porque el simple hecho del rumor ya genera un grado de inseguridad inaceptable.
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