Debemos señalar con el dedo a todos aquellos que tratan de introducir el gas en Canarias bajo campañas mediáticas intensas que tratan de convencernos de las bondades de este combustible fósil.
Lo venía anunciando desde hace tiempo. He escrito en repetidas ocasiones en las últimas semanas que el Gobierno de Canarias y todos los sectores interesados, muy interesados, en introducir el gas en esta tierra estaban montando una campaña mediática intensa para convencernos de las bondades de este combustible fósil. Empezó en el mes de diciembre del año pasado y la inició la vicepresidenta y consejera de Industria María del Mar Julios con un artículo, que se publicó en distintos medios de comunicación, llamando a la construcción de las plantas de gas. Le siguió la junta directiva del Colegio de Ingenieros de Tenerife, cuyo presidente lo es a la vez de Asinca y responsable de industria de la Confederación de Empresarios nivariense y a continuación Ana Oramas, diversos periodistas tinerfeños, otra vez los ingenieros y el mismo Gobierno con una campaña institucional en periódicos, radios y televisiones, en la que están invirtiendo muchísimo dinero a pesar de la situación que estamos viviendo. Pero el culmen, la explosión, se ha producido esta misma semana con la una serie de informaciones en cadena en las que se nos insistía en que la escasez y la carestía del petróleo por el conflicto de África hacía más necesaria que nunca la entrada del gas; que Tenerife se nos adelanta con el gas y que los pobrecitos empresarios locales tienen que vender sus acciones (que les concedieron a dedo y por cuatro perras, no nos olvidemos) a Enagás, una antigua empresa pública española hoy en manos extranjeras a través de fondos de inversión, bancos, petroleras, etc. ¡Cuanta razón tiene Joaquín Estefanía (El País 28-2-11) al demandar la regularización de los mercados del petróleo y el gas ante la especulación de futuro de estos productos!
Se trata sin duda de una intensa campaña electoral financiada con dinero público y otras complicidades y, además, de una productiva operación llamada a hacer atractiva para Enagás la compra de más de un 40% de Gascan y, por lo tanto generar suculentas plusvalías. Y para todo ello no les importa mentir e intentar engañar a la ciudadanía. Afirman que el aumento de precios y la inseguridad de suministro que produce el conflicto social de Libia se solucionaría con el gas, obviándosenos que el gas español proviene en gran parte de Argelia, con revueltas sociales en ciernes, con una fuerte deuda de Gas Natural que tendremos que pagar entre todos los españoles y que recibe sabrosas subvenciones del Gobierno. También, utilizando el eterno pleito insular, se nos compara con Tenerife y se anuncian subvenciones para el gas en esa isla por parte de la UE así como el inicio de la planta de regasificación de Granadilla. Y las dos cosas son absolutamente inciertas. No es verdad que Europa haya concedido subvención alguna y tampoco es cierto que la planta de Granadilla esté en marcha, entre otras cosas porque el puerto de Granadilla ni se ha empezado y para la llegada del gas el puerto es imprescindible. Y es falso también, como hemos escrito tantas veces, que se ocasionen ahorros en la factura eléctrica, que se produzca menos contaminación, que se garantice el suministro, etc… Mentira tras mentira para intentar vendernos la introducción de un combustible fósil, caduco y altamente contaminante (veinte veces más potenciador del calentamiento global que el fuel) puesto en valor en las últimas semanas después de que Sedigás y UNESA presionaran al Gobierno español para garantizar que los ciclos combinados sobredimensionados (en 2001 conectaban a la red 0 MW y a finales de 2009 lo hacían con 22.293 MW, el equivalente a unas 22 centrales nucleares) no entraran en riesgo por la apuesta española por las renovables. Y Sebastián cedió. Vaya si cedió. Y por eso ahora de nuevo los embates del gas.
Y ante todo esto casi todo el mundo calla o asiente. Y por eso casi nadie se pregunta cómo teniendo todo el sol, el viento y el mar del mundo apenas llegamos al 4% en producción de energías renovables, situándonos a la cola de las regiones españolas. Y por eso duelen muchísimo más las noticias que hemos podido leer en esta última semana en distintos medios de comunicación. Es para echarse a llorar.
En Cinco días nos contaban como Francia prepara la licitación de 3.000 MW eólicos marinos, mientras las eléctricas aquí exigieron a Industria -y lo consiguieron- un recorte de las primas a las fotovoltaicas y cómo España mantiene la misma dependencia energética que hace treinta años. En Negocio, que Iberdrola Renovables ha iniciado en Inglaterra el parque eólico marino más grande del mundo (7.200 MW); en el diario El Economista, el presidente de APPA se preguntaba si sería casualidad “que los 700 millones de euros que se recortan a las fotovoltaicas, como solución del déficit, sea una cantidad muy similar al aumento de los pagos por capacidad que irán destinados sobre todo a las plantas de gas”; Jesús Caldera declara a Europapress que el “lobby” de las grandes compañías obstaculiza el despliegue de las renovables” y el mismo medio nos trasladaba que la subida del crudo provoca en dos días más coste que un año de primas a las renovables, asegurando el presidente de la Fundación Renovables que las cuentas públicas van a asumir un sobrecoste de 7.000 millones de euros debido al gas y al petróleo; en El Mundo se nos informa que España está a la cola de la eficiencia energética y que importamos el 84% de la energía que consumimos; en La Vanguardia se nos anuncia que Gas Natural aplicará al consumidor las subidas del precio del gas por el conflicto de Argelia; en El Nuevo Lunes, Cayetano López, director general de Ciemat (Centro español de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) nos decía que el mundo debe disminuir la dependencia de los fósiles antes de que “nos veamos obligados a precipitar una transición de forma brusca”; en el Diario de Navarra se nos cuenta que esta comunidad aumentará su potencia eólica en un 68% en diez años, invertirá 177 millones de euros en renovables y creará más de seis mil empleos en el sector, lo que le permitirá producir con renovables el 110% de la energía eléctrica que consuma en 2020; en la Voz de Galicia leemos que la Xunta lanza su apuesta por la energía undimotriz (110 MW en el 2020), como en Irlanda (20.000 empleos y 6.000 MW), Reino Unido, Noruega, etc; El Diario Montañés nos decía que Cantabria negocia con varias multinacionales la instalación de aerogeneradores flotantes…
Y podríamos seguir y seguir aportando datos y sonrojarnos aún más, mientras nuestro Gobierno canario y nuestras fuerzas vivas nos intentan meter el gas a toda costa. Frente a las enormes ganancias mostradas por Endesa en el último año (4.129 millones de euros) y el durísimo ataque de la Comisión Nacional de la Competencia a las compañías suministradoras por abusar de sus posiciones de dominio, subiendo los precios de inmediato aprovechando cualquier circunstancia y bajándolos en los mejores momentos “al ritmo de una pluma”, lo cierto es que nuestro Gobierno y nuestras fuerzas vivas siguen apostando por los fósiles y se desviven por el gas.
Siempre he considerado que la mayor revolución energética es el ahorro y la eficiencia y aunque ahora el Gobierno español se apunta precipitadamente e improvisadamente a hacerlo, el nuestro ni eso: su apuesta es el gas y sólo el gas.
Claro que nosotros, el conjunto de la ciudadanía, tenemos gran parte de culpa de ello. No es casualidad por tanto que Canarias devolviera el 70% de las bombillas de bajo consumo que regalaba el ministerio de Industria. Nos falta implicación y por eso nos torean. La semana pasada en El País Semanal, se reproducía una frase del polaco Jan Karski, que se desgañitó denunciando los crímenes nazis: “La humanidad ha cometido un segundo pecado original por insensibilidad, ignorancia o hipocresía”. Salvando las distancias, describe lo que nos está pasando en Canarias, con nuestra actitud laxa ante los embates del gas y el ninguneo a las renovables. Por eso actúan como actúan. Aunque aún estamos a tiempo de evitarlo.
La Secretaría de Energía del Ministerio de Economía, presentó el documento para relevar la existencia y geolocalización de estaciones de carga.
El último consenso del grupo se produjo en 2021. El liderazgo del país también hizo viables compromisos para duplicar la tasa promedio global anual de mejoras en la eficiencia energética global.