La pérdida de productividad empresarial y, en general, de la economía española en su conjunto, tiene su causa en el elevadísimo coste de la factura eléctrica. Es un coste fijo para empresas y ciudadanos imposible de asumir.
La demanda energética ha venido experimentando una tendencia al alza en las tres últimas décadas, a lo largo de las cuales han tenido lugar cuatro crisis económico-energéticas (1973, 1979, 1993 y 2008) a nivel mundial, con impacto negativo en la actividad económica y en la demanda energética de la mayoría de los países desarrollados.
No obstante, a principio de los años 70, esta circunstancia sirvió de catalizador para acometer políticas orientadas a la reducción de la dependencia energética y la mejora de la eficiencia. En España, esta reacción se manifestó con casi una década de retraso (hacia finales de los 70), lo que repercutió en la reconversión industrial de mediados de los 80.
La posterior expansión económica de nuestro país, desde su incorporación a la UE, trajo como consecuencia un incremento en el poder adquisitivo, que tuvo su reflejo en un mayor equipamiento automovilístico y doméstico, así como en un fuerte desarrollo del sector inmobiliario, factores, entre otros, que han sido decisivos en las tendencias al
alza del consumo energético. Al inicio de la década de los 90, una nueva crisis tuvo eco en una leve atenuación de la demanda energética. La evolución posterior mantuvo una tendencia ascendente hasta el año 2004, iniciándose, a partir de entonces, una nueva etapa en la evolución de la demanda energética, propiciada, entre otros, por la puesta en marcha de actuaciones al amparo de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética en España 2004-2012 (E4), aprobada en noviembre de 2003.
Este punto de inflexión marca una divergencia en la evolución del Producto Interior Bruto
(PIB) y de los consumos energéticos.
Estos rasgos se mantienen en la actualidad, si bien, se han visto reforzados por el efecto de la crisis financiera internacional, iniciada hacia el segundo semestre del año 2008. En España, el efecto de esta crisis se evidencia a través de la desaceleración experimentada en el sector de la construcción que, tradicionalmente, ha constituido uno de los motores de la economía nacional. La pérdida de productividad de este sector y, en general, de la economía española en su conjunto, se ha visto acompañada de un descenso aún más acusado de la demanda energética, lo que permite confirmar la existencia de factores ligados a la mayor eficiencia energética, ajenos y anteriores a esta crisis, que repercuten en la mejora de los indicadores de intensidad.
Los elevados precios de las energías fosiles, y la demonización, ataques retroactivos y paralización de las energías renovables han dado lugar a lo que hoy llamamos pobreza energética. Cerca de 80.000 familias no pueden pagar su recibo de luz en sus casas por lo que viven a oscuras.
La pérdida de productividad empresarial y, en general, de la economía española en su conjunto, tiene su causa en el elevadísimo coste de la factura eléctrica. Es un coste fijo para empresas y ciudadanos imposible de asumir.
Las energías renovables significan ahorro. Para los Gobiernos españoles deberían de significar inversión y no un gasto.
España se ha convertido en la Cigarra europea... Mientras todos los Países están como hormigas invirtiendo en energías renovables, España (para dar gusto al Oligopolio eléctrico) pierde un tiempo totalmente valioso y necesario, que precisa para competir económicamente a nivel mundial.
Es cierto el dicho popular que reza "Spain is different"...corrupto...y "different"
La asesora de Energía Limpia y Soluciones Climáticas del Ministerio de Energía y Minas, Chadia Abreu, disertó sobre los desafíos regulatorios en la integración de sistemas de almacenamiento de baterías y nuevas tecnologías en República Dominicana.
El día de hoy hay una proyección de 170.000 techos solares que seguramente el 2025 ya vamos a tener materializado.