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El reto de ser ingeniero en la era del cambio climático.

17-12-15. Luis Miguel Chapinal González
jueves, 17 diciembre 2015.
Luis Miguel Chapinal González
El reto de ser ingeniero en la era del cambio climático.
A lo largo de la historia se han ido sucediendo diferentes eras y épocas que han ido marcando la vida del ser humano.

Desde el Paleolítico hasta la Edad Moderna, pasando por la Época Griega y la Edad Media, se han ido configurando las bases y principios que, de una forma u otra, han influido para definir la sociedad de nuestros días. Sería imposible vivir como vivimos actualmente si hace dos millones y medio de años no hubiera existido el primer ingeniero de la historia, el homo habilis, que ya desarrolló la habilidad de utilizar la primera fuente de energía provocada por el hombre y que ninguna otra especie animal jamás ha sido capaz de desarrollar: el fuego. Este invento fue crucial para la evolución del ser humano ya que gracias a esta fuente de energía, que utilizaba como materia prima la madera, pudo soportar fríos inviernos, tener luz por las noches o en lugares oscuros como cuevas, calentar alimentos o protegerse de sus depredadores.

La energía producida por el fuego marcó el desarrollo de la sociedad durante estos 2 millones y medio de años, siendo este invento junto con el de la rueda, cuyo origen lo atribuyen los historiadores a un ingeniero esloveno hacia el año 3.000 AC. los más influyentes para el progreso de la humanidad.

Pero no fue hasta el 21 de octubre de 1.879, cuando el ingeniero Thomas Alva Edison (1847-1931) consiguió que una lámpara incandescente luciera más de 48 horas. Este invento fue conseguido gracias a la existencia de la electricidad, cuyo fenómeno ya se conocía desde la época griega, cuando otro ingeniero, Thales de Mileto (630-550 AC) allá por el año 600 AC, descubrió la propiedad que adquiría el ámbar de atraer otros objetos por el hecho de ser frotado.

Por otra parte, otro hecho fundamental para la humanidad que ocurrió en 1.698, fue cuando el ingeniero Thomas Savery (1650- 1715) patentó la primera maquina de vapor cuyo desarrollo facilitó el que en 1.760 comenzara en Inglaterra la Revolución Industrial. Este invento produjo un gran cambio social debido a la gran cantidad de mano de obra necesaria para la extracción del carbón, que gracias a su combustión producía el vapor necesario para mover los émbolos de esas impresionantes máquinas utilizadas en la industria y el transporte.

Así pues, hacia el año 1.900, gracias a la capacidad de ingeniar del ser humano, la sociedad de la época tenía las bases de su futuro desarrolladas. Estas bases se centraban en la capacidad del uso de la electricidad tanto para la industria como para los hogares y la utilización de maquinaria para facilitar el transporte de materiales y personas. El inconveniente de estas invenciones es que ambos pilares necesitaban de una misma materia prima para ser utilizadas: el carbón.

Este inconveniente hizo que el ingenio del hombre fuese utilizado para buscar alternativas al carbón comenzando a estudiarse por entonces otras materias primas como el petróleo, cuyo primer pozo del mundo fue perforado por el ingeniero Edwin L. Drake en 1.859, en Estados Unidos, aunque fue posteriormente hacia inicios del siglo XX con el desarrollo del automóvil cuando el petróleo se convirtió en una materia prima esencial para la evolución del bienestar social.

Esta época coincidió con la utilización de otra materia prima ya conocida antes de 1.900: el gas natural, pero su utilización se restringió a su uso local hasta que en 1.890 se consiguió transportar con éxito a otro lugar distinto al de su producción gracias a la invención de uniones a prueba de filtraciones realizada por otros ingenieros.

Echando este vistazo hacia atrás observamos como el ser humano tuvo que emplear 2,5 millones de años para alcanzar hacia 1650 una población de 700 millones de habitantes y como gracias a las invenciones de los ingenieros en el uso de la energía sólo tuvo que emplear trescientos cincuenta años en multiplicar por 10 la población, llegando en nuestros días a los cerca de 7.000 millones de personas que en la actualidad ocupamos la tierra.

Tal y como se ha dicho, todo esto fue posible gracias a la producción y uso de la energía y por supuesto a la utilización de materias primas como el carbón, el petróleo y el gas. Pero como nada es perfecto en esta vida, todas estas materias primas que se utilizaron y que contribuyeron a la «burbuja» poblacional de nuestros días y a la mejora en el nivel de vida social, tienen paradójicamente un inconveniente cuyas consecuencias estamos sufriendo en la actualidad: la emisión masiva de un gas esencial para la vida del ser humano y del hábitat que le rodea, el dióxido de carbono (CO2).

El CO2 es esencial para mantener la temperatura media global de la tierra en los márgenes necesarios para la vida y al mismo tiempo, este gas lo utilizan las plantas para crecer y emitir el oxigeno necesario para que el ser humano y otros animales respiren.

Antes de la revolución industrial el nivel de CO2 era de 280 partes por millón, y la temperatura media global de la tierra se situaba entre los 9 y los 18 º C, siendo el nivel de CO2 en nuestros días entre 380 y 430 partes por millón por lo que el margen de la temperatura media global se ha incrementado entre los 9º y los 22º C. A este ritmo y si no se pone remedio, a finales de siglo se superarían los 4º de incremento en la media de la temperatura global, lo que supondrían catástrofes climáticas y la desaparición de formas de vida habituales en la actualidad.

Ya el 2 de noviembre de 2006, la revista científica Nature, publicó una editorial haciendo referencia al llamado y conocido como informe Sterm, en el que se establecía como límite para evitar una situación catastrófica el no sobrepasar nunca el límite del doble del nivel de CO2 existente antes de la revolución industrial, fijando dicha cantidad en 550 partes por millón. Por otra parte el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático o IPCC, creado en el ámbito de las Naciones Unidas, llegó a la conclusión de que la inacción llevaría ese valor a alrededor de 800 ppm para fines del presente siglo, prediciendo consecuencias que hoy en día han dejado de tomarse como catastrofistas debido al incremento de fenómenos meteorológicos inusuales que en la actualidad se están sucediendo.

El informe Sterm, argumentó que el coste económico de alcanzar el objetivo de no sobrepasar los 550 ppm de CO2 era muy bajo comparado con  la recesión económica de índole social y de escasez de energía que sufriríamos si superásemos el nivel de 550 ppm, ya que consideró que éste sería 20 veces más que el de mantenerse dentro de los límites.

Ante estas expectativas, a los ingenieros nos toca poner remedio a una situación a la que, sin querer, nos han llevado con sus inventos los colegas que con anterioridad a nosotros ocuparon este lugar tan maravilloso llamado tierra. Los políticos, sociólogos, economistas, empresarios, etc. no suelen ser gente de ciencia, centrándose su responsabilidad en poner la mejor de las voluntades, para canalizar con el acierto suficiente los resultados de los trabajos que realizamos los ingenieros y así cubrir las necesidades que una sociedad inmersa en la grave â€Å“crisis de cambio climático” ha dejado patente en la recientemente finalizada cumbre de París con un acuerdo global contra el cambio climático.

Nuestros colegas del pasado hicieron de forma correcta su trabajo ya que gracias a sus invenciones y a su capacidad de convencer a los estamentos de poder y a la sociedad, fueron capaces de incorporar sus trabajos y proyectos en una economía de mercado, resolviendo los problemas, generalmente de miseria, que la población humana vivía en aquellos momentos. Es deseable que cuando dentro de 200 años los colegas ingenieros que en el futuro ocupen la tierra en nuestro lugar, muestren su orgullo por los ingenieros de ahora, y entre sus reflexiones escriban algún día que gracias a nuestras invenciones y participación en la sociedad fuimos capaces de frenar las consecuencias de un cambio climático que seguramente les hubiera imposibilitado vivir.

¿Cuál es la solución?

Tras la cumbre del Cambio Climático de París y el acuerdo global alcanzado, es importante que los ingenieros nos pongamos de acuerdo para aportar nuestro conocimiento y que en los proyectos que realizamos tengamos en cuenta, como datos de partida, los siguientes puntos:

  1. No incrementar la emisión de CO2 a la atmósfera.
  2. No dar un paso atrás en el nivel de bienestar conseguido gracias al uso de la energía.
  3. Ser capaces de mantener el crecimiento económico y de bienestar global.
  4. No correr riesgos catastróficos debidos a la producción de energía.
  5. Que el coste de la solución sea menor que los beneficios conseguidos.

Analizando estas hipótesis o datos de partida, las diferentes alternativas justificadas para conseguir cumplir con todas ellas pasaría por incorporar en nuestros proyectos soluciones que tuvieran en cuenta el siguiente decálogo:

- Disminuir el uso del carbón, petróleo y gas para la producción de energía ya sea para el uso de electricidad o transporte.

- Utilizar fuentes alternativas que no emitan CO2 y que permitan incrementar la producción de energía alcanzado los niveles de demanda de una sociedad global en continuo crecimiento económico y de bienestar social.

- Disminuir hasta hacer desaparecer las fuentes cuya producción o residuos pongan en peligro al ser humano y a su habitat ya sean debidos al ciclo productivo o a posibilidades de sabotaje por ataques terroristas.

- Utilizar fuentes de producción de forma diversificada y suficientemente capilarizadas para evitar costes de distribución, posibilitando a su vez el uso de la energía en cualquier lugar del mundo donde el ser humano la necesite, evitando los grandes movimientos migratorios.

- Los planes de inversión en fuentes alternativas deben externalizar como beneficio la no emisión de CO2

- Los planes de inversión en fuentes emisoras de CO2 o causantes de riesgos medioambientales deben externalizar como coste el valor de las posibles consecuencias.

- Crear mecanismos de mercado eficientes que transfieran las externalidades económicas medioambientales entre las distintas fuentes de producción de energía, facilitando la transición a la utilización de energía 100 % renovable.

- Educar a la sociedad en el uso racional de la energía asesorando en el consumo adecuado e incentivando a su vez, a aquellos que consuman energías respetuosas con el medioambiente y penalizando el consumo de las que no lo sean.

- Crear en la administración normativas regulatorias eficientes para evitar los movimientos especulativos y el aprovechamiento de unos pocos, facilitando a su vez la implantación de las fuentes alternativas.

Con este decálogo como base, esta claro que a los ingenieros nos toca trabajar aportando todo nuestro conocimiento para la realización de proyectos que faciliten la implantación de las energías renovables que son las únicas que cumplen en su totalidad con las exigencias que a nivel global plantea la sociedad.

Tenemos la gran ventaja de que la tecnología ya existe y además de forma diversa no siendo pocas las diferentes formas de conseguir energía sin emitir CO2: Eólica, solar fotovoltaica, solar térmica, biomasa, bio-carburantes, mini-hidráulica, hidrogeno, geotérmica, energía marina…

También es de congratular que los políticos ya estén por la labor de solucionar el problema ya que cada vez están más sensibilizados en crear planes de solución como el acuerdo global alcanzado en París. Sin desmerecer la importancia de estos acuerdos, es importante tener en cuenta que al final los que realizamos los proyectos y dirigimos las instalaciones somos los ingenieros.

Por lo tanto, los ingenieros de hoy en día tenemos el gran reto, en plena era de expansión del cambio climático, de demostrar que somos capaces de contribuir a crear las bases para que en el futuro todas las energías que se utilicen sean limpias y de esta forma contribuir con nuestro noble trabajo a que la humanidad y todo su entorno continúe en el futuro, viviendo y mejorando las condiciones en las que nos han tocado vivir a nosotros, tal y como ha ocurrido generación tras generación en nuestra historia.

Fdo. Luis Miguel Chapinal.
Secretario Técnico del COITT.

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