Colectivos de afectados por el proyecto tanto en suelo vasco como francés se concentraban en distintos puntos de la costa, en concreto, en los lugares por donde el enorme cable de muy alta tensión entraría en el mar a ambos lados de la frontera.
Así, los colectivos franceses Le Groupe National de Surveillance, Pickitup40, Amis de la terre, Sepanso, CADE, Benesse Environnement, France Nature Environnement y Stop THT 40, se concentraban en las playas de Capbreton, en Las Landas; mientras que las plataformas bizkaínas Interkonexio Elektrikorik Ez!, Butroi Bizirik y Makatzak hicieron lo propio en la cala de Basordas, junto a las instalaciones de la central nuclear de Lemoiz.
Con el respaldo de cientos de vecinos y vecinas, mostraron su preocupación por los elevados impactos ambientales y sobre la salud que el proyecto traerá a los territorios afectados. A su vez, denunciaron el enorme riesgo económico que supone el proyecto sobre los consumidores, días después de que la promotora, un consorcio formado por REE y su contraparte francesa, anunciara un encarecimiento de 1000 millones de euros sobre el presupuesto inicial.
Las plataformas mostraron su voluntad de realizar acciones coordinadas entre estados con el objetivo de mostrar el rechazo a este proyecto, que se ve como un despilfarro económico inasumible, justo en un momento en el que la ciudadanía enfrenta serios problemas para hacer frente a la factura eléctrica.
Roturas de gasoductos en el mar Báltico, colapso nuclear francés, cortes en cables eléctricos submarinos... evidencian la fragilidad de estructuras diseñadas en todos sus niveles para hacer de la dependencia vasallaje.
Alí Motz recaba solidaridad para que REE aparte sus garras de cobre enfundado en plástico de los bosques y que no compita deslealmente con el autoconsumo de proximidad.
Los platos rotos del fiasco faraónico gasista los pagamos todos, no así los daños a más de 60.000 familias que invirtieron en renovables por cambiar el mismo Estado sus propias normas.