Más de 200.000 hogares sin luz en menos de 48 horas. Un sistema centralizado hiperdependiente de la energía nuclear: frágil. ¿Y si la solución estuviera en pensar la energía como pensamos internet: descentralizada, resiliente, distribuida?
El sureste de Francia vivió recientemente dos grandes apagones en apenas dos días. Primero, un incendio en una subestación eléctrica en Biançon. Luego, un transformador en Niza fuera de servicio. Más de 200.000 personas afectadas, en plena clausura del Festival de Cannes.
Aunque aún se investiga la causa, la verdadera alarma no viene de la autoría, sino del modelo: una red centralizada, jerárquica, vulnerable.
Francia genera más del 70 de su electricidad con energía nuclear, lo que implica un nivel extremo de dependencia tecnológica y logística. Si bien los reactores no emiten CO2 durante su operación, su seguridad depende de una alimentación eléctrica continua, incluso cuando no están generando.
Una interrupción prolongada en la red —como la sufrida esta semana— podría comprometer seriamente la seguridad operativa de las centrales nucleares. A diferencia de una instalación eólica o solar aislada, las nucleares no se “desconectan” fácilmente sin consecuencias.
Una comparación útil: internet funciona con una arquitectura distribuida, diseñada para resistir ataques, cortes o fallos. Si un nodo cae, el resto sigue funcionando. La energía, sin embargo, en países como Francia, todavía depende de estructuras piramidales: grandes nodos de generación y distribución, interconectados y frágiles.
Si un nodo cae, se cae todo.
Si un transformador arde, se apagan ciudades.
La descentralización energética no es una utopía futurista. Ya está ocurriendo en muchos países a través de:
Microredes locales
Autoconsumo fotovoltaico en hogares y empresas
Cooperativas energéticas
Almacenamiento distribuido
Redes inteligentes (smart grids)
Estos sistemas no solo reducen las emisiones, sino que aumentan la seguridad energética, al distribuir el riesgo y reforzar la autonomía comunitaria.
La transición energética no puede limitarse a cambiar combustibles fósiles por fuentes renovables. Debe ir acompañada de una transformación estructural del sistema energético.
Un modelo resiliente es aquel que no colapsa por un solo fallo.
Un modelo justo es el que no deja a comunidades enteras sin suministro.
Un modelo sostenible es aquel que combina energía limpia con red distribuida.
Así como internet empoderó a millones descentralizando la información, la energía descentralizada puede empoderar a comunidades locales, reducir la dependencia de grandes operadores, y hacer frente a crisis climáticas, geopolíticas o técnicas con más autonomía.
En un mundo expuesto a riesgos crecientes, la descentralización ya no es solo una opción: es una estrategia de supervivencia.
Roturas de gasoductos en el mar Báltico, colapso nuclear francés, cortes en cables eléctricos submarinos... evidencian la fragilidad de estructuras diseñadas en todos sus niveles para hacer de la dependencia vasallaje.