La reforma eléctrica o el día de la marmota.

En la nota de prensa del Ministerio de Industria con motivo de la reforma del sistema eléctrico aprobada en el Consejo de Ministros de hoy, se habla de que se trata de la reforma definitiva para acabar con el déficit de tarifa. Es decir, lo mismo que llevamos leyendo en las exposiciones de motivos de todas las reformas anteriores: que el único problema de nuestro sistema eléctrico es el déficit y que, por supuesto, esta vez es la definitiva.

Coincide igualmente con anteriores reformas en culpar del déficit a las primas a las renovables y, en que, a pesar de todo se reparten los sacrificios de forma equilibrada entre todos los agentes.

La Plataforma por un Nuevo Modelo Energético considera sin embargo  que se trata de una reforma sesgada una vez más a favor de las grandes empresas eléctricas y en contra de consumidores y propietarios de instalaciones renovables y que  deja a un lado por irrelevantes problemas más importantes vinculados con el sistema eléctrico. En concreto:

1. Porque el déficit de tarifa no es EL problema del sistema eléctrico, sino sólo de las grandes empresas de electricidad. Ellas son las principales causantes y por tanto, las que tendrían que hacerse cargo de pagar la mayor parte del mismo. Y esto por una razón que sistemáticamente se hurta del debate público: las renovables abaratan el precio de la electricidad en el mercado eléctrico mayorista (pool), de tal modo que las primas que reciben se compensan en buena medida por una reducción similar en los ingresos que reciben los titulares de las centrales de carbón, gas, nucleares y gran hidráulica. Esta caída en sus ingresos, tendrían que haberse traducido en una caída significativa en los beneficios de las grandes eléctricas, cosa que no ha sucedido ¿Por qué? Porque tanto los distintos gobiernos, con reformas legislativas ad hoc, como las estrategias de estas compañías que gozan de una posición de oligopolio bilateral (en la producción y en la comercialización) se han ocupado de compensar por otras vías, la citada caída de ingresos. Con la entrada de renovables, las grandes eléctricas no deberían haber tenido beneficios. Sus beneficios de estos últimos años son por consiguiente, la explicación real del déficit de tarifa.

2. La reducción, incluida en la reforma, sobre los ingresos de la distribución, del que se ocupan las empresas de UNESA, acabará teniendo una vez más un pequeño impacto en sus resultados. Le servirá para justificar unos cuantos ERES y despedir barato a parte de su plantilla, eso sí. Pero a continuación, esa misma posición de dominio casi absoluto del mercado eléctrico, se traducirá en aumento de precios en el mercado mayorista, lo que sea necesario para compensar la caída en distribución. Se cumplirá una vez más el principio general según el cual: si se impone un "sacrificio" a las grandes eléctricas, la "cuenta" la acaban pagando los consumidores.

3. Los titulares de tecnologías renovables, no tienen capacidad de influir en la determinación de precios del mercado. Su actividad depende exclusivamente de la regulación y, una vez, la reforma consagra medidas retroactivas de un calado extraordinario. Aquellos que hace unos años decidieron invertir en  una actividad cuya retribución y condiciones estaba consagrada en el BOE, ven cómo el mismo BOE les cambia radicalmente las condiciones a los pocos años de desembolsar el dinero. Se acordarán de aquel capítulo de la historia de Pinocho, en el que va feliz al país de los juguetes, para ver cómo acaba convertido en burro. En la reforma se habla de una rentabilidad del 7,5% sobre la inversión efectuada, pero, a falta de que se concrete la reforma, ya sabemos que no se tendrá en cuenta la inversión real que el titular de la instalación haya efectuado, sino el que determine arbitrariamente el Ministerio.

4. Los problemas de nuestro sistema eléctrico (y energético en general) son otros: la dependencia energética, que se traduce en una salida de dinero anual para comprar combustibles, por importe de 40.000 millones de euros; la emisión de gases de efecto invernadero, porque, como país desarrollado que somos, tenemos una responsabilidad mucho mayor ante el mayor problema que enfrente el mundo que es el cambio climático: sólo contamos con la eficiencia, el ahorro y las renovables (que ya son competitivas en precio con las tecnologías convencionales) para intentar evitar la catástrofe que nos espera; o la existencia de un mercado oligopolístico que no hace sino concentrar el poder en manos de unos pocos a costa del interés general. De todo ellos, la reforma pasa de puntillas.