La reforma energética al borde del abismo.

El enfrentamiento público del Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y el de Industria, J. Manuel Soria  no ha sido un escarceo veraniego típico del mes de agosto sino la evidencia de cómo se ha acrecentado el riesgo por el que transitan las medidas con las que el Gobierno pretende reformar el sistema energético. Y el riesgo es que se carece de política energética y que no existe ninguna certeza sobre la ruta a seguir en materia de energía, ni a corto ni a largo plazo.

Es el momento de los grupos de presión, de los políticos que los grandes partidos, PP y PSOE, han colocado en los Consejos de Administración de las grandes corporaciones energéticas y de aquellos que especulan con futuras operaciones corporativas. Es el momento también de darse cuenta de lo poco o nada que se han tomado en serio desde hace décadas los problemas energéticos del país. Llevan semanas alumbrando las medidas y los nuevos impuestos y cada semana más de retraso nos acercan a un resultado que será la expresión de esas presiones y un nuevo parche para el próximo semestre que volverán a pagar los consumidores y los nuevos recortes a las renovables.

Tampoco es nada nuevo porque es lo mismo que se lleva haciendo desde los últimos años a través de una política energética desnortada que ha decidido prescindir de las renovables cuando comenzaron a competir con el gas, las nucleares y el carbón y que ha decidido prescindir también del ahorro y la eficiencia energética porque era más importante vender toda la energía fósil importada del exterior. Así se ha logrado un sistema energético caro y contaminante con la máxima dependencia energética y las emisiones de CO2 descontroladas.

Es la consecuencia de errores de décadas en las que no se ha hecho planificación energética, en las que ha predominado la inversión en compra-venta de activos energéticos por encima de todo, en la que el riesgo regulatorio y la inseguridad jurídica han sido constantes y en las que el sistema energético ha servido más como garantía de ingresos a las grandes empresas que como garantía de modelo energético para el futuro del país.

La falta de equidad en la regulación energética es proporcional a la falta de competencia y transparencia de nuestro mercado energético. Por eso es tan fácil montar el gran engaño de que las renovables son las culpables de todo. Una reforma energética que pretenda serlo ha de ser equitativa y no discriminatoria y no lo será si no tiene un objetivo bien definido que pase por el cambio de modelo energético.